martes, 29 de septiembre de 2015

‘Pasante de moda’, sí, se pasa, pero de ñoña



Se hace evidente que no todo puede ser como el vino, que es mejor mientras más añejo. Robert de Niro, uno de nuestros favoritos durante años y años desde que le vimos en “El Padrino 2”, hace años que ya no es más que una pobre imitación de sus apariciones en los 70 y 80.
Y no es que su personaje en este filme, Ben Whitaker, esté mal interpretado, sino que, con toda certidumbre, podríamos apostar que él no hubiera aceptado ese personaje durante aquellas primeras décadas. Porque ese Ben es un pequeño cliché mezcla de docenas y docenas de personajes de los cuales está repleta la historia del cine: el tipo bueno que se las sabe todas y que ayuda a los demás en sus pequeñas tribulaciones.
Porque, precisamente, eso es lo que cuenta la película, ”The Intern”: las bobas tribulaciones de una chica, Jules Ostin con la empresa supermaravillosa que ha  creado y dirige y con  su también maravilloso esposo, tribulaciones que ella no puede resolver si no es con la ayuda del genial Ben.
Y ese Ben es un viudo reciente y jubilado que hace lo posible por mantenerse activo para poder sobrevivir, hace de todo lo que es posible imaginar, menos ligarse a una señora que le hace la ronda porque, la pobre, es fea a más de, como es natural, vieja, porque, claro, la directora y guionista Nancy Meyers lo tiene reservado para otra divorciada, pero ni tan vieja y sí bonita, claro, se trata de Robert de Niro, no de Armando Almánzar u otro saltapatrás añejo.
Y es entonces cuando el Ben descubre que puede sentirse activo aceptando la idea de la empresa que dirige Jules: a pasante, o sea, una especie de aprendiz en esa industria tan compleja que es la moda, a pesar de su edad. Y allí va a dar porque le aceptan en un periquete y, en cosa de días, se convierte en alma, corazón y vida de la empresa, en confidente de la dueña, en consejero de todos los que le rodean, en una especie de “supermán” que resuelve en siendo problema grande o pequeño que tiene la muy complicada empresa que, en cosa de poco tiempo, la Jules ha convertido de pulpería de vestiditos modosos a robusta e importante empresa con más de 200 empleados.
Si es usted, amigo lector, gerente de alguna empresa y tiene problemas, haga como Jules: hágale sitio a Ben Whitaker, que en cosa de dos semanas le va a solucionar no solamente los problemas de toda la empresa sino que, de ñapa, puede ayudarle con sus hijos pequeños y hasta con la batidora si se le ha dañado. Pero, por el camino, recuerde, tiene que soltar lagrimitas y sonreír con ganas haciendo gestos de aprobación ante ese ser tan magnánimo que ha condescendido en ayudarle hasta a limpiarse los mocos. Y entonces llorará de felicidad, como han llorado, lo más probablemente, la mayor parte de los que ven esta peliculita aunque, por supuesto, al salir exhiben tremenda sonrisa.

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